Por Raúl Bermúdez
La radiodifusión abierta al público, que los anglosajones llamaron broadcasting, cumple el 27 de agosto próximo, 103 años. Reseñemos brevemente la historia:
Enrique Telémaco Susini, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica -conocidos popularmente como “Los Locos de la Azotea”- realizaron, desde el techo del Teatro Coliseo, en la ciudad de Buenos Aires, la primera transmisión de radio en nuestro país y en el mundo. Fue el 27 de agosto de 1920, a las 21 horas.
Hasta ese momento, sólo se habían realizado emisiones experimentales, como la del famoso Ingeniero Marconi, en Inglaterra, dos meses antes, y recién en noviembre del mismo año comenzó la radiofonía comercial en los Estados Unidos de Norteamérica. Nacía un nuevo medio de comunicación que, desde luego, todavía el público desconocía, de allí el mote de “locos” que se les atribuía a los cuatro jóvenes que tiraban cables e instalaban la antena en los techos de un teatro porteño. Los transeúntes se preguntaban: ¿Qué hacen ahí arriba?
Ha transcurrido más de un siglo. Han cambiado las formas de “escucha”. Florecen las apps de radios en los celulares y los podcast -programas grabados que se escuchan en cualquier momento- así como las radios que transmiten on line por Internet. Sin embargo, el problema que hicieron visibles las radios comunitarias surgidas en los años 80´del siglo XX, sigue siendo el mismo: ¿Quién controla las comunicaciones y la información?
El tema no es menor y está directamente relacionado con la posibilidad de existencia de una sociedad verdaderamente democrática. Si la producción de contenidos y su circulación mundial, continúan concentradas en unas pocas empresas multinacionales... Si los tiempos de fake news -noticias falsas- y de “post verdad” dominan las redacciones, equipos de producción y redes sociales... Si los informativos se reducen a “docudramas” que combinan datos de la realidad con creaciones de ficción... Si los lemas dominantes de la profesión periodística siguen siendo “No dejes que la realidad te arruine una buena noticia” y “Si no hay violencia no hay noticia”... Entonces, en lugar de sociedades de solidaridad entre sujetos libres y pensantes, sólo seremos colonias de la global informacion dominance.
Este dominio mundial de la información tiene un único objetivo estratégico: desinformar para dominar. Apelar a las emociones más básicas es su metodología. El control de las redes sociales es crucial para desarrollas sus técnicas de trabajo. Pensemos, por ejemplo, que la empresa “Meta platforms” es dueña de Whatsapp. Facebook e Instagram.
De allí la importancia de que los medios de comunicación locales, pymes, alternativos, comunitarios, cooperativos, educativos, etc., se apropien creativamente de las nuevas tecnologías digitales, en función de los intereses del bien común. Y que el Estado decididamente impulse políticas públicas en comunicación de carácter antimonopólico. Democratizar la comunicación, garantizar las múltiples y diversas “voces” que componen una sociedad pluralista, romper los “cercos” informativos, que invisibilizan lo que los centros de poder económicos financieros no quieren que se vea, es la tarea emancipatoria del siglo XXI. Sin ella no podremos construir una sociedad más justa y solidaria.