Por Raúl Bermúdez
Fabián Pizzorno, vecino de Villa Lanzone falleció el mes pasado, después de padecer una larga agonía internado en una sala de terapia intensiva. Su nombre es significativo para las redes de rescatistas de animales no humanos en situación de calle, que todos los días se preocupan por la fauna urbana abandonada a su suerte.
Fabián albergaba más de treinta perros rescatados de la calle en su casa y otros tantos en terrenos de la empresa para la que trabajaba. Los cuidaba y alimentaba. Velaba por su salud con la ayuda, a veces, de profesionales solidarios. Organizaba operativos gratuitos de castración canina y felina, en barrios populares. Un sistema eficaz para evitar la proliferación descontrolada de animales sin rumbo en la ciudad, y el contagio de zoonosis, que son las enfermedades que transmiten a las personas humanas.
Comenzó su tarea hace muchos años apoyado por un fraile franciscano que estaba a cargo de la capilla San Antonio de Padua, en el barrio de Villa Lanzone. Tuvo apoyo de la Municipalidad de General San Martín, a través de la Dirección de Zoonosis, hasta que empezó la pandemia de Covid-19, y se interrumpieron los operativos en los barrios.
Siempre le interesó difundir y concientizar sobre la necesidad de replantearse la interacción entre animales humanos y no humanos. Aspiraba a instalar un radio de frecuencia modulada (FM) en su casa. Para ello había adquirido algunos equipos, pero el proyecto presentaba muchos obstáculos técnicos, económicos y legales.
Comenzó entonces a producir y conducir el programa “Huellitas de Villa Lanzone”, en la radio Raíces del Espíritu, de la Orden Franciscana de los Frailes Menores Conventuales (O.F.M.Conv.), en la parroquia Inmaculada Concepción, de José León Suárez. En los últimos tiempos también tuvo su programa en Radio Hop, emisora on line sanmartinense.
También participaba como columnista y co-productor en el programa “Detalles”, que conduce su amiga Susy Medina, en Canal 4 Teleaire, de General San Martín. Hizo cursos para mejorar su performance radiofónica, con la responsabilidad de quienes reconocen limitaciones y desean superarse y hacer las cosas lo mejor posible.
Así fue que nos conocimos cuando dicté un curso de introducción al lenguaje radiofónico en la parroquia suarence, como capacitador del Centro de Comunicación Nuestra Señora de Luján. Vienen a mi recuerdo las clases particulares de uso de la voz y el micrófono, que tuve el lujo de impartirle, rodeados ambos de insólitos asistentes que, en silencio y recostados en el piso, la mesa del comedor, los sillones y muebles de su casa, nos miraban impávidos hacer ejercicios con la voz, la lectura y la respiración. Canes, machos y hembras, rescatados de las calles, que no se perdieron ninguno de nuestros encuentros.
Su tarea solidaria siempre fue voluntaria y autofinanciada con su trabajo. La incomprensión y el desinterés lo afectaron seriamente, hasta llegar a lo que podríamos llamar un “cansancio moral”, una desazón que redujo fuertemente sus defensas inmunológicas. Murió siendo joven y buena persona. No llegó a construir la estatua de Joaquín (foto) -para la que pedía donaciones de llaves viejas- un perrito que lo acompañaba a todas partes, incluídas las Misas, los cursos y los programas de radio y televisión.
No dejó ninguna institución establecida formalmente pero seguramente habrá quienes continúen su tarea, y hagan honor a su memoria, recordándolo en cada animal que se rescata del maltrato y el abandono.