Como podemos observar en las fotos testimoniales tomadas por una visitante, los accesos a las unidades carcelarias ubicadas en José León Suárez, están intransitables. Nos referimos a la distancia que separa el Camino del Buen Ayre con los edificios carcelarios.
¿Quiénes los transitan? ¿Quiénes entran y salen de las unidades 46, 47, y 48? Personal del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), docentes, integrantes de la pastoral carcelaria de las iglesias y de voluntariados diversos, profesionales del derecho, del servicio social y sanitario, funcionarios/as judiciales y, desde luego, familiares y visitas en general de los internos y las internas.
Allí funcionan escuelas primarias y secundarias provinciales y el Centro Universitario de la Universidad Nacional de San Martín (CUSAM), se dictan diversos talleres culturales y de oficios, se realizan celebraciones religiosas, hay unidades productivas y hasta un medio de comunicación, “Radio Mosquito”, a cargo de estudiantes del CUSAM.
La diócesis de San Isidro, por ejemplo, le otorga especial impotancia a la atención pastoral en el lugar. El obispo monseñor Oscar Ojea suele realizar visitas y presidir las celebraciones en las fiestas religiosas "fuertes" como la Navidad o la Semana Santa.
También son muy difundidas las actividades deportivas con internos del grupo de rugbiers conocidos como “Los Espartanos”.
La resocialización de presos y presas requiere de todas las actividades que reseñamos brevemente y de muchas más. Los accesos son parte de la infraestructura que el Estado debe proveer, sobre todo en un paraje donde los transportes públicos están muy distantes. Sólo se llega a la entrada de los penales en vehículos particulares o caminando.
Las sociedades injustas son fábricas de delincuencia. Luego vienen las instituciones de encierro que en muchos casos funcionan como escuelas de delito con personas que pasan años privadas de libertad, la mayoría sin sentencia judicial firme.
Se alimenta así un círculo vicioso de delito-encierro-delito, que finalmente suele terminar en la muerte temprana. Es indispensable romper ese circuito con mayor igualdad de oportunidades y con tareas de resocialización creativas, personalizantes y liberadoras para quienes han delinquido.
Los accesos a los penales son los vasos comunicantes físicos entre la familia, la sociedad y “el adentro” de la vida carcelaria. Son vínculos que hay que fortalecer y facilitar. Toda infraestructura que colabore con este objetivo no debe ser considerada un gasto. Por el contrario, es una inversión pública necesaria (y una obligación del Estado) para que funcionen la Justicia, la Educación, la integración familiar y en definitiva la esperanza para muchas personas de encontrar nuevas opciones para su vida.