En el programa “Te lo digo en criollo”, que se transmite por la radio comunitaria FM Reconquista, la conductora Eva Ávila entrevistó a Silvia Barrera, veterana de guerra, con motivo de cumplirse el 14 de junio un nuevo aniversario del cese el fuego en las Islas Malvinas. Silvia trabaja como instrumentista quirúrgica en el Hospital Militar, es madre y abuela, y hoy se dedica a “Malvinizar” las conciencias. Transcribimos a continuación los párrafos principales de la entrevista:
¿Cómo fue que viajaste al teatro de operaciones en las islas Malvinas?
SB: “Yo soy instrumentadora quirúrgica y junto a cinco compañeras más, nos ofrecimos como voluntarias para ir a Puerto Argentino. Nosotras éramos personal civil del Ejército, sin preparación militar, porque todavía no había mujeres en el arma. Las mujeres se incorporaron recién a fines de 1982. Fuimos las pioneras. Yo con 23 años, era la más chica y la mayor tenía 33 años.
Estábamos trabajando en el Hospital Militar Central, cuando vino el pedido de instrumentadoras porque el personal de sanidad había cruzado a las islas el 5 de abril y ya en mayo se hizo evidente que las operaciones de heridos graves se retrasaban por falta de instrumentadoras quirúrgicas. El director del hospital nos reunió a todas las instrumentadoras, éramos poco más de treinta, y preguntó quiénes queríamos ir a las islas como voluntarias, y ahí nos ofrecimos nosotras. El pedido militar había llegado desde Puerto Argentino.”
¿Qué motivó una decisión tan difícil?
SB: “Una piensa que no va estar a la altura, que tal vez no sea suficiente lo que una haga, pero también está el patriotismo y el ideal de cumplir con una función que sabíamos que sólo nosotras podíamos cumplir, porque en 1982 no se dejaba a los hombres que estudien instrumentación, era una carrera solamente de mujeres, por eso ofrecernos nosotras como voluntarias fue una cosa casi natural, diría yo.”
¿Pudiste ver a tu familia antes de partir?
SB: “Tuvimos pocas horas, pero les avisamos a nuestras familias. Cuando nos convocaron serían las ocho de la mañana, a las doce teníamos que contestar quiénes íbamos. Al mediodía se nos sumó una chica del hospital de Campo de Mayo. Habían pedido 10 voluntarias, pero sólo fuimos seis. Fue llegar a casa a las tres de la tarde y decidir y preparar qué llevar, ver a la familia y a las cuatro de la mañana salir para Río Gallegos.”
¿Cuáles fueron las principales dificultades con que te enfrentaste?
“Nosotras primero tuvimos que sortear la sorpresa de los hombres. Problemas de género. No estaban acostumbrados. No nos recibieron cómo corresponde, sobre todo porque no teníamos grado militar. En Malvinas, además de instrumentistas, nos tocó ser enfermeras, las que dan de comer, las que contienen a los heridos, las que hacen las camas, las que bañan, las camilleras.
Primero llegamos al Almirante Irízar. La tripulación había recibido mal el mensaje y esperaban hombres. Cuando llega el helicóptero y nos ven bajar a nosotras fue toda una sorpresa. El hombre siempre tiende a subestimar la fortaleza o el conocimiento de la mujer, así eso nos pasó también. Éramos muy jovencitas, muy flaquitas, muy chiquititas, entonces nos subestimaron dudando de que estábamos capacitadas para nuestra función o para estar en la guerra. Eso nos hizo tener que ser más fuertes para poder demostrarles que podíamos cumplir con nuestra función.
¿Hasta cuándo permanecieron en las islas? Imaginamos que los hospitales no pueden ser atacados ¿Es así?
SB: El 14 de junio fue el cese del fuego, y estuvimos cinco días más hasta que los ingleses autorizaron el regreso del Irízar al continente. Estuvimos siempre a bordo del buque y veíamos lo que pasaba en Puerto Argentino, porque estábamos anclados en medio de la bahía. Por la Convención de Ginebra, después de la Primera Guerra Mundial, un buque hospital tiene que estar pintado de blanco, con las cruces bien visibles, con las luces prendidas todo el tiempo, para no ser atacado.
¿Qué veían desde el buque? ¿Cómo viviste ese “encierro”?
SB: “Sufrimos bombardeos por sobre el Irízar todas las noches, veíamos como nuestras tropas combatían. Por la noche eran como fuegos artificiales de distintos colores. El buque es un rompehielos que en tiempos de paz va a abastecer a las bases antárticas. Es muy cerrado para aguantar el frío extremo. Si no estás acostumbrada te da claustrofobia. Cuando está anclado se mueve muchísimo, porque tiene unos estabilizadores que cuando está navegando lo mantiene estable, pero al anclar no funcionan, y el mar allá es muy bravo. Tuvimos noches en que se movió a cuarenta cinco grados.”
¿Cómo se viven estas situaciones extremas, antes y después de sufrirlas?
SB: “Mientras estábamos trabajando no teníamos tiempo de pensar ni en el miedo ni en que estábamos descompuestas, teníamos que seguir adelante, así que todo eso fue quedando. Yo elegí estar en el sector de terapia intensiva, donde están los heridos más graves. Vinimos de Malvinas con una mochila de traumas que cada una sabe cómo manejarla, aunque hay veteranos que aún hoy no saben cómo hacerlo.”
¿Cómo fue regresar?
SB: “Al personal de ejército al volver nos hacían firmar un documento con el compromiso de no contar lo que habíamos vivido. En Comodoro Rivadavia nos pusieron un piloto de custodia para que no entremos en contacto ni hablemos con nadie. Ya en Buenos Aires no se quería hablar de la derrota y nosotras, como todos los veteranos, éramos la cara de esa derrota. Volvimos el domingo 20 de junio y el lunes 21 ya estábamos trabajando en el hospital. Nadie nos preguntó dónde habíamos estado. Nadie quería hablar de Malvinas.”
¿Y cómo siguió tu vida? ¿Qué reconocimientos tuvieron?
SB: “A los tres años me casé, tuve dos hijas, dos hijos y un nieto. Comencé a estudiar las carreras de Administración Hospitalaria y de Historia. Descubrí que en todas las guerras han participado mujeres pero que no suelen ser reconocidas. El hombre escribe la historia. Siempre se habla del patriotismo, del valor y del coraje en masculino. Por eso nos decidimos a contar nuestra historia.
En el año 2012, el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor Conjunto nos reconoció a las dieciséis mujeres veteranas de guerra: nosotras seis instrumentadoras quirúrgicas del Ejército, una enfermera de la Fuerza Aérea y operadoras de radio y comisarias de a bordo, de la marina mercante al servicio de la Marina de Guerra. Allí no vimos todas por primera vez. Hay dos compañeras que ya han fallecido. Nos han dado el DNI que dice “Heroínas de Malvinas”. Cobramos nuestra pensión y contamos con una sección especial del PAMI como veteranas de guerra.
¿Cómo es tu presente? ¿Seguís vinculada a la causa Malvinas?
Vamos a dar charlas por los colegios junto a veteranos. Como yo sigo trabajando en el hospital, me encuentro con soldados que vienen a atenderse y que conocí en las islas. Es importante que los chicos y las chicas sepan la verdad de lo que ocurrió en Malvinas. Estamos utilizando las nuevas herramientas tecnológicas de comunicación para “Malvinizar”, dando la guerra cultural por la soberanía.”
Nota de la Redacción: La Asociación de Mujeres La Colmena, a través de la Secretaría de Mujeres, Géneros e Infancias del municipio de General San Martín, están impulsando la declaración, por parte del Honorable Concejo Deliberante (HCD), de Silvia Barrera como ciudadana ilustre de nuestra ciudad.
La comunidad educativa de la Escuela Técnica Secundaria de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), ubicada en José León Suárez, bautizó a la calle de acceso al edificio como “Heroínas de Malvinas”.