Por Raúl Bermúdez
La frase está escrita en uno de los cartelitos que reparte la pastora evangélica Carmen (Juárez de Domínguez), al grupo de hombres jóvenes que rodea una mesa donde hay distribuidas Biblias, junto a platos con caramelos, aunque el grupo es mixto, de hecho cuando saludo y me sumo a la reunión, están hablando de una “chica” que no ha venido y escucho que tiene un bebé y “muchos problemas”. Se trata del “Taller Lo Chicos Buenos”, una de las obras que encara en el barrio la “Asociación Iglesia Cristiana Bíblica”.
Cada participante comparte con los demás lo que dice el cartelito que le tocó. Por ejemplo: “Hoy mi autoestima aumenta”. Carmen resume: “Una palabra nos puede levantar la autoestima” –y distingue- “Alta sí, pero no acelerada, a veces hay que bajar un cambio”. Se suceden los testimonios: el relato de una entrevista laboral, la devolución a sus dueños de un celular y una billetera “con toda la plata adentro”.
Mientras compartimos gaseosas y sándwiches, seguimos con una lectura que dispara la reflexión. La pastora habla con metáforas, comparaciones…parábolas. Al inicio del encuentro se había leído un texto del apóstol Pablo (San Pablo para los católicos), de la carta a los Filipenses: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Una canción, desde un equipo de audio, controlado por uno de los muchachos desde su teléfono celular, va anunciando el cierre de una hora aproximada de reunión.
Llega el turno de presentar nuestro portal, rápido otro pibe abre en su teléfono Suarezciudad.com.ar y observa con curiosidad el logotipo de un encuentro sobre finanzas solidarias, que esta semana figura en la portada de nuestro medio. Se suceden los relatos de historias de vida duras, en algunos casos delitos, adicciones, cárcel. También búsquedas, avances y retrocesos, migraciones por falta de oportunidades en la provincia natal, vidas nuevas, agradecimientos al matrimonio que conduce a esta comunidad cristiana.
El grupo es más diverso de lo que pudiera pensarse, las edades van desde los dieciocho hasta los cuarenta y siete años. Algunos provienen de Morón, otros de La Matanza, varios de ciudades de Entre Ríos, del barrio La Rana de Villa Ballester. Hace tres años que funciona el taller, todos llegaron por la invitación de algún otro conocido y se fueron quedando en el barrio. Seis de ellos conviven en “La Casita”, que Carmen alquila a la vuelta de la iglesia (Irigoyen y 1° de Mayo).
La noche está templada y las calles de La Cárcova están llenas de gente, me saludan algunas ex alumnas que hacen las últimas compras de apuro, mientras subo hacia la ruta, pensando en el título de esta nota.