Por Raúl Bermúdez
El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) informó que más de 24,9 millones de personas son pobres en la Argentina. El trabajo registra que en el primer trimestre del año, el 55,5% de la población de argentina no llegó a cubrir sus necesidades básicas. La indigencia, en tanto, llegó al 17,5% en el mismo período.
El Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, en el Te Deum (A Ti, Dios) de “Acción de gracias”, durante la celebración del Día de la Independencia, realizado la semana pasada en la Catedral Metropolitana, frente al Presidente de la Nación señaló que “a muchos les falta el termómetro social”, para saber lo que viven los argentinos y las argentinas de a pie.
En los días previos, seis personas murieron de frío en las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). A su vez, el Ministerio de Capital Humano de la Nación, insiste en mantener la interrupción de la entrega a los comedores infantiles que tiene registrados, de la comida que fuera adquirida con ese fin por el Estado, durante la administración anterior. Esto a pesar de las resoluciones judiciales de juzgados de “primera instancia” y de la Cámara de Apelaciones. También insiste en recurrir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, para no entregar las toneladas de comida y las decenas de miles de frazadas, almacenadas en los galpones del ministerio.
Sólo se liberaron, frente a las decisiones judiciales, cajas de leche en polvo próximas a vencer, a través de la fundación “CONIN”. Esta operación resultó un fracaso dada la impericia de la institución elegida para la distribución, la poca logística y la entrega sin ningún control, que derivó incluso en reventas por internet de la mercadería, hecho que investiga la Fiscalía Nº 6 de la Primera Circunscripción Judicial de la provincia de Mendoza.
Sumemos a esto la desprotección de las personas electrodependientes, respecto de los cortes de luz y los aumentos de tarifas y la suspensión de entrega de medicamentos oncológicos. En el mes de abril la asociación civil “Unidos por el cáncer” denunció ante la Cámara de Diputados de la Nación que -desde el mes de diciembre de 2023- seis personas murieron por falta de entrega de medicamentos, y se multiplican los recursos de amparo en los tribunales.
Ante tanta criminalidad estatal, es alarmante la inacción, el letargo, la incapacidad de reacción de la mayoría de la dirigencia política. Todo queda en mensajes breves por las redes sociales, que luego se desmienten en los hechos y en las votaciones parlamentarias. Todo se reduce a negociaciones “toma y daca”, de corto alcance y nulo patriotismo. Hace tiempo que de los partidos políticos sólo quedan sellos de goma. Tenemos apenas formaciones electorales de ocasión sin sustento programático y mucha de nuestra “dirigencia” no dirige a nadie.
Desde luego que no se trata de volver a la vieja partidocracia y su sistema de "aparatos" y "punteros". Se trata de reconstruir el movimiento nacional y popular de abajo hacia arriba. De visualizar qué "ramas" de organización y qué "frentes de masas", desde los cuales militar y construir comunidad organizada, se corresponden con la realidad del siglo XXI.
Este verdadero apagón político nos ha conducido a lo que el Presidente de la Nación llama “anarcocapitalismo”, es decir, el desorden (anarquía) donde impera la ley de la selva, por la cual los más fuertes controlan y oprimen a los más débiles.
“Soy un topo que vino a destruir al Estado desde adentro”, se autodefine el Presidente. En realidad estamos ante una nueva vuelta de tuerca de “neoliberalismo”, que practica un Estado mínimo en lo social, pero cooptado -en función de sus intereses- por las grandes corporaciones económicas, pero sobre todo financieras trasnacionales. Distingamos brevemente: cuando hablamos de capital económico, nos referimos a “trabajo acumulado” (propio o ajeno) vinculado a la producción, circulación y consumo, de bienes y servicios “reales”. En cambio lo financiero tiene como “bien de transacción” al dinero mismo, en todas sus variantes.
En lo teórico el neoliberalismo predica la no intervención del Estado en “los mercados”, en la práctica interviene siempre a favor de los dueños de los mercados concentrados, más ligados a la especulación que a la producción, en una economía neocolonial.
Ya que mencionamos a la Iglesia y su doctrina social, más allá de las definiciones al respecto del Papa Francisco, más recientes y conocidas, adquiere actualidad lo escrito por el entonces Papa Juan Pablo II, en el año 1999, ante los albores del Siglo XXI, en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America (sobre la vida de la Iglesia en América), en el punto 56 bajo el título de “Pecados sociales que claman al Cielo”. En ese texto, con claridad de mediodía definió: "Cada vez más impera un sistema conocido como «neoliberalismo»; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista de la persona humana, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas".
Ya no somos colonia de ningún Estado imperial, lo somos de las corporaciones financieras sin Patria. Ya millones de personas, pueden gozar en nuestra tierra de la “libertad” de morirse de hambre o de frío, y de ser pobres aunque trabajen duro ¡Viva la ¿libertad? Carajo!