Agradecemos todos los saludos que llegan a nuestra redacción y -a modo de saludo navideño- volvemos a publicar este brevísimo cuento de la serie "Crónicas del Negro Suárez", titulado "Pesebre en la quema", que en la Navidad pasada tuvo más de 600 visitas y -creemos- mantiene plena vigencia en su mensaje:
El hombre caminaba despacio. A su lado, Ella guardaba en su rostro milenios de silencio. Andaban sobre las vías del ferrocarril Mitre, caminando desde la Villa Hidalgo hacia la terminal de José León Suárez, mientras el sol ya buscaba otros horizontes. Cansados bajaron al camino de tierra, al fondo de la Cárcova. De pronto él se detuvo, era un hombre joven aunque no tanto como ella, apenas una adolescente embarazada, la tomó de la mano y dejaron pasar una tropilla de caballos, que volvía a su lugar, donde “El Viejo” los guarda y en la semana los alquila a los carreros.
Él miró a su derecha la montaña de cascotes y restos de demoliciones, que arrojan los camiones con volquetes y Ella confirmó con la mirada: Aquí.
Treparon, encontraron unas bolsas grandes de plástico y, con unos troncos, improvisaron su pesebre: un toldo sobre un colchón de arpilleras que traían de sucesivos cirujeos. Luego sus cuerpos se entregaron largamente a la poesía del cansancio.
Esa noche no nació Niño ni Niña, salvo aquellas y aquellos que vagan por la quema, con la sabiduría de quien saborea todo como hecho para jugar, hasta que se cansan y vuelven a sus ranchos –o a algún lugar- a dormir.
Los pastores faltaron a la cita, o tal vez eran los hombres y las mujeres que entre sombras regresaban del Ceamse, trayendo todo lo que han encontrado que se pueda consumir o vender.
Los Reyes tampoco llegaron, seguramente extraviados en el conurbano intrincado, inacabable. O tal vez, esa sombra que se deslizó entre los escombros silenciosa, y le entregó a Ella unos pesos, haya sido unos de los Magos, que errante, perdido sin edad ni destino, sin incienso, ni mirra, ni oro, pero que en aquella Noche, tibia, mansa, Buena, sin saberlo, reencontró el Camino. Después la villa quedó iluminada por la luna.
¡BUENA NAVIDAD! les desea SuárezCiudad.