Miguel Ángel D´Anníbale, sacerdote católico, 61 años, Obispo de la diócesis de San Martín, falleció hoy, a causa de una Leucemia Mieloide Aguda del tipo M4. Hasta aquí la cruda y breve noticia. Pero ¿quién era Miguel Ángel? O quién “Es”, para quienes celebramos la Pascua de “Resurrección”.
Debido a mi trabajo en FM Reconquista, conocí a este cura flaco y alto, en 1988, en el obispado de San Isidro. Cada año, para el Día del Periodista, nos invitaban a comunicadores y comunicadoras de la zona norte del conurbano, a un brindis en la sede episcopal sanisidrense.
Miguel Ángel, por entonces Secretario General y “Canciller” de la diócesis, siempre participaba de estos encuentros. Amante de la radiofonía, seguía con atención las programaciones de las incipientes radios locales.
Muchos años después, en el verano del 2009, fui nombrado “Representante Legal” de un jardín de infantes, un colegio primario y un secundario, en la zona de Olivos, todos pertenecientes al Obispado de San Isidro. Era común conversar algunos problemas administrativos con el “Vicario General”, monseñor D´Anníbale. En aquellos años lo percibía como un buen tipo y buen cura, pero “de escritorio”. El tiempo me demostraría lo equivocado que estaba.
Miguel Ángel había nacido en la localidad de Florida, muy cerca del barrio de mi primera infancia, Munro, pero tres años después que yo. Y cuando se ordenó sacerdote, en 1985, y fue destinado a la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en Benavídez, nos encontrábamos construyendo comunidad, con los compañeros y las compañeras del Centro de Comunicación Popular “Renaciendo”, en la capilla Nuestra Señora de Luján, en Villa Hidalgo, José León Suárez.
Su paso por la Patagonia argentina, desde 2011 hasta su regreso al conurbano en 2018, reveló a un “Pastor de raza”, recorriendo, ya como Obispo, la más austral y enorme diócesis católica de nuestra Patria, la de Río Gallegos, que abarca las provincias de Santa Cruz, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (incluídas las Malvinas), con su catedral ofrendada a la Virgen de Luján.
Allí el territorio inmenso, desolado, decantó al comunicador que anidaba en su personalidad. La radio fue para Miguel Ángel en nuestra Araucanía, lo que la mula “Malacara” en el valle cordobés de Traslasierra, para el Santo José Gabriel Brochero: El vehículo privilegiado para llegar a la gente “como la lluvia que a todos moja”, así solía decir el cura gaucho.
Su llegada a la Diócesis de San Martín, fue una auténtica bocanada de aire fresco, luego de la renuncia de Monseñor Guillermo Rodríguez Melgarejo, también muy afectado en su salud. Al igual que en Río Gallegos se preocupó por las personas que perdían sus empleos: “Mi viejo fue un tano que laburó toda su vida” decía para enaltecer a la gente de trabajo. Lo recuerdo el año pasado, realmente afectado por el cierre de persianas de fábricas y galpones en la zona industrial de Villa Linch.
Su itinerario pastoral trocó la estepa, la meseta, las frías costas del Atlántico, por la ciudad y sus barrios, en particular los más empobrecidos del Área Reconquista. La guitarra criolla y la radio continuaron siendo sus aliadas privilegiadas, para ser “Iglesia en movimiento”. Así definió su “línea pastoral” en el estudio de FM Reconquista, durante el programa “Esas cosas que tienen sentido”, que animan integrantes de la parroquia San Cayetano de Villa Hidalgo.
La radio…siempre la radio. En 2019, el director del semanario “Huella”, Alberto Chiessa, con quien Miguel Ángel mantenía contactos y conversaciones frecuentes, organizó un curso de “Introducción al lenguaje radiofónico”. Fue en la capilla Cristo Redentor, de Villa Libertad. Allí tuve el placer de oficiar de capacitador, enviado por el Centro de Comunicación “Nuestra Señora de Luján” (otra vez la Virgen gaucha rondando cerca).
Una noche apareció el Obispo y aprovechamos para realizar una práctica de “rueda de prensa”. Lo recuerdo escuchando con atención, una a una, las preguntas que se le realizaban. Fue ¡imperdible! por la riqueza y profundidad de sus respuestas. Terminada la clase la noche floreció en alegría, canto y guitarreada. Con D´Anníbale al frente, pasábamos del folclore al rock nacional, mientras alumnas y alumnos acompañaban con instrumentos y voces. Solía hacerlo en sus visitas y encuentros pastorales. Experto en “liturgia” al fin, no se le escapaba la importancia de celebrar cantando.
En la parroquia Inmaculada Concepción y en la Vicaría San Francisco de Asís, de José León Suárez, compartimos empanadas, asado, vino, canto, misa y oración. Fiestas patronales, caminatas por las calles suarences, homenaje a los “Mártires Riojanos”…tantos recuerdos.
“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío”, cantaba el pampeano Alberto Cortez. Y así lo sentimos con tu temprana partida Miguel Ángel. Por delante queda crear y llenar nuevos espacios, de encuentro, solidaridad y participación. Decías que te gustaba mucho caminar. Ahora ya no hay límites, andarás siempre junto a nuestros pasos, abriendo grietas de luz en estos tiempos de tinieblas.
Raúl Bermúdez. Director de SuárezCiudad