El Día del Barrendero se celebró el 14 de Junio. La fecha recuerda el secuestro y desaparición, en el año 1977, del sacerdote-barrendero Mauricio Silva, trabajador de la entonces Municipalidad de Buenos Aires. El intendente municipal que había instalado la dictadura cívico-militar gobernante era el Brigadier Osvaldo Cacciatore.
El “Hermano Mauricio”, pertenecía a la fraternidad de los “Hermanitos del Evangelio”, una de las congregaciones religiosas inspiradas en las enseñanzas de Charles de Foucauld, un místico francés, que se retiró a vivir en el desierto del Sahara.
El padre Silva había nacido en la República Oriental del Uruguay en 1925 y su nombre legal era Kleber Silva Iribarnegaray. Allí se formó en la Obra de Don Bosco, con los padres Salesianos. Luego emigró a la Argentina y en 1951, se ordenó sacerdote en la provincia de Córdoba. Una vez que adoptó la “Espiritualidad del desierto”, del “Hermanito de Jesús”, el beato Foucauld, la vida junto a los más pobres fue su opción hasta el final.
En la década del 70´comenzó a trabajar como barrendero, en la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Se lo recuerda celebrando misa en basurales o “quemas”, junto a los que entonces se llamaban “botelleros” o “cirujas”, antecedente histórico de las personas que “cartonean”, es decir trabajan en el reciclado de basura.
También en el “Gran Buenos Aires”, como se le decía al conurbano bonaerense, hacia donde se empezaba a desviar la basura de la gran capital. Uno de los santuarios a cielo abierto elegidos para celebrar sus misas cirujas, eran las primeras formaciones de viviendas de lo que hoy es el barrio de la Cárcova, en José León Suárez.
Cacciatore decidió privatizar la recolección de basura y la dictadura desencadenó ese inmenso y criminal proceso de contaminación del aire y las napas de agua de nuestro territorio, con el sistema conocido como “relleno sanitario”. Toda una ironía.
Además decidió expulsar-erradicar por la fuerza a los habitantes de las villas hacia los alrededores de la ciudad y abandonarlos a su suerte. Estas políticas represivas inauguraron lo que hoy los académicos llaman procesos de “gentrificación” (del vocablo inglés gentry), que consiste en expulsar a los pobres de su hábitat para apropiárselo y entregarlo a inversores inmobiliarios. Su equivalente rural fue y es la expulsión de los pueblos originarios de sus tierras ancestrales y de las familias campesinas por parte de poderosas empresas nacionales o multinacionales.
El padre Mauricio, como delegado gremial de los barrenderos municipales se sumó a organizar la resistencia a tales injusticias. Este compromiso lo condujo a su destino de martirio. Un “grupo de tareas” lo secuestró mientas realizaba su trabajo diario, barriendo las calles de la ciudad.
En su memoria se celebró una misa en el playón de una empresa de recolección de basura, y se transmitió por las redes virtuales. La ceremonia fue presidida por el obispo Gustavo Carrara, titular de la Vicaría para la Pastoral en Villas de Emergencia, del Arzobispado de Buenos Aires, quien expresó: “Pedimos para que no dejemos de luchar, para que cambien las estructuras injustas de la sociedad, que los pobres sean la prioridad del Estado, de la Iglesia y de los sindicatos”.
El cura-barrendero y desaparecido también llegó a la historieta: "Se armó de una escoba, una pala y un carro para ser el Quijote de un sector social oprimido y relegado que no tenía voz”. Así comienza el relato titulado “Barrendero de Jesús”, con textos de Anita Zen e ilustraciones de Caito Onnaity.
El Hermano Mauricio nos dejó estos versos, en un poema de su autoría titulado “Morir en soledad”:
"Yo sé que tú estás, Señor,
En la fe desprovista y desnuda.
Cuando un día y otro día te cuenta
Su rutina de trabajo y pobreza,
Y mi alma se hunde en tiniebla total,
Yo sé que Tú estás".