Una multitud de jóvenes y no tan jóvenes, el 1 de octubre, peregrinó al Santuario de Nuestra Señora de Luján. Así ocurre cada primer sábado de octubre, desde el año 1975, salvo durante la pandemia de Covid-19, cuando la peregrinación se realizó en forma virtual a través de las redes sociales.
Es ampliamente conocida la historia de la imagen que, proveniente de Brasil, y en tránsito a Santiago del Estero, “decidió” quedarse en los pagos de Luján. La carreta que la transportaba, se atascaba, y sólo se movía si se retiraba de la carga la caja que contenía una de las dos imágenes que transportaban. Y allí quedó. Luego, ante cada intento de traslado, la imagen volvía a aparecer en el “lugar del milagro”. Famoso también, es el “Negro Manuel”, el esclavo que cuidaba la imagen junto a su esposa Beatriz. Esta tradición se transmitió de boca en boca, generando una veneración popular desde el año 1630, en tiempos de la colonia española. La construcción de la Basílica actual demoró entre los años 1890 y 1935.
Siempre hubo una gran variedad de modalidades en las visitas grupales o institucionales a la Basílica: en micro, en bicicleta, a caballo, etc. Las primeras peregrinaciones a pie masivas desde la ciudad de Buenos Aires, las organizaban los Círculos Obreros Católicos, a fines del siglo XIX, y asistían trabajadores varones. Pero desde principios del Siglo XX, la Sociedad de Peregrinos a Pie a Luján, fue la institución civil encargada de organizar la principal peregrinación anual. Sus concurrentes eran en su mayoría personas adultas mayores y el formato litúrgico, consecuentemente, era de corte tradicional.
¿Cómo irrumpe la juventud en esta expresión de religiosidad popular? Corría 1975, un año convulsionado, atravesado por la violencia política, de alguna manera una bisagra sangrante entre la muerte del General Juan Domingo Perón, durante el ejercicio de su tercera presidencia constitucional, en 1974 y el golpe de Estado que inauguró la dictadura más sangrienta de la historia argentina, en 1976.
Un movimiento de jóvenes agitaba los ambientes eclesiales de parroquias y colegios. Se lo conocería como el Movimiento Juvenil Evangelizador (MJE), que nunca se constituyó formalmente como una asociación institucional. Su inspirador fue el sacerdote y “teólogo del pueblo”, Rafael Tello. Sus principales ejes de pensamiento y acción eran la “Pastoral Popular”, entendida no como una pastoral especial destinada a los más pobres, sino como una pastoral surgida “desde” el Pueblo, su experiencia histórica y su saber religioso. La “cultura popular latinoamericana”, fruto del mestizaje, con un componente fundamental que es su religiosidad. En particular la devoción Mariana y su importancia en los procesos de formación de identidad de nuestros pueblos. La construcción de la “Patria Grande” de América Latina, en base a una nueva evangelización “encarnada” en los proyectos populares de liberación nacional y social. Los sectores sociales “pobres y humildes” como custodios y transmisores de la cultura popular cristiana y solidaria, frente a culturas elitistas, individualistas y excluyentes, influenciadas por una formación liberal de corte anglosajona. La juventud, componente social mayoritario desde México hasta Argentina, como “motor” de la nueva evangelización hacia todo el Pueblo, y de los cambios sociales y culturales, sin que esto implique perder raíces.
En diversas reuniones masivas de jóvenes en el Colegio Episcopal de Villa Devoto, en la ciudad de Buenos Aires, y en el conurbano, el padre Tello lanzó la iniciativa: “Me imagino miles de jóvenes caminando hacia Luján a encontrarse con la Virgen”. La propuesta sonó insólita. Ir a Luján en 1975 era de “viejos y viejas”. Pero prendió. Los preparativos fueron febriles. Se formaron cuatro comisiones: contenido, liturgia, difusión y marcha que se reunían en la parroquia Santa Julia, en el barrio de Caballito. Las comisiones de Pastoral Juvenil y de Pastoral para las Villas de Emergencia, recientemente creadas en el Arzobispado de Buenos Aires, fueron la base institucional de sustento para la organización.
El primer lema fue: “La juventud peregrina a Luján por la Patria”, sintetizando los sentimientos religiosos con las preocupaciones socio-políticas del momento. Y la marcha “Tiempo de América”, fue su canción. Se decidió unir los “santuarios” de San Cayetano con Luján. El primer sábado de octubre de 1975, en el barrio de Liniers, temprano comenzaron a sonar bombos y redoblantes, algo inusual en las liturgias católicas. Bailes de murga frente al santuario precedieron a la partida. A poco andar y cruzar la avenida General Paz, por la Ruta N° 7 Rivadavia, se fueron sumando importantes contingentes de jóvenes de los barrios del conurbano. En Morón ya la columna era de 12 kilómetros ininterrumpidos, informaba la policía. Se hicieron cálculos de entre 40.000 y 70.000 personas. Las previsiones de organización quedaron absolutamente desbordadas. Colorido, alegría, entusiasmo, la presencia inédita de cantitos de cancha futboleros con rimas dedicadas a la Virgen. Lo popular, plebeyo y juvenil, irrumpía sin pedir permiso, copando y reformulando lo tradicional.
Y la Peregrinación continuó, aún en dictadura cuando se prohibían las concentraciones por cualquier razón. Fue imparable, creciente, autónoma. Hoy la gente va sola, aunque nadie la convoque. Los grupos eclesiales tienen su propia organización. Pero la gente va sola. El “viejo” como le decían los jóvenes al padre Tello, solía decir: “Hay que crear las ocasiones para que el Pueblo se reconozca como tal. La posibilidad para que el Pueblo exprese lo que ya está en Él. La peregrinación es eso, y después hay que dejar actuar a la Virgen y al Pueblo…”
Nota de la redacción: La peregrinación a Luján, reúne más de un millón y medio de personas autoconvocadas, a través de 70 kilómetros, en un período de unas 20 horas. Esto la transforma en una de las concentraciones masivas religiosas más importantes del mundo, junto con el Ramadán musulman, que convoca millones de fieles, pero a lo largo de un mes.