El miércoles 20 de septiembre, el Padre Raúl Gabrielli -“Misionero de la Misericordia”, según dicen sus credenciales otorgadas por el Cardenal Primado de la Argentina y Arzobispo de la Arquidiócesis de Buenos Aires, monseñor Mario Poli- salió de su casa en José León Suárez, donde creció junto a su familia, rumbo a la Isla Maciel, con una imagen de la Virgen de Luján. Está acostumbrado a hacerlo, hace años que lleva a la “Madrecita Gaucha”, como la llama, por todo el mundo (Ver nota del 30-7-17).
Una vez en el Dock Sud, la entregó al Párroco del lugar, el Padre Francisco “Paco” Olveira. Ambos pertenecen al grupo de “Curas en Opción por los Pobres” (COPP). Pero el destino de “Paco” y la Virgen era más lejano, allá en el sur patagónico, en la provincia de Río Negro, cerca de la hermosa localidad de El Bolsón, donde se sumarían a la “Marcha por la Soberanía”, que un grupo de mujeres y hombres iniciaría hasta el “Lago Escondido”, que sigue “secuestrado” –afirman- por el terrateniente extranjero Joseph "Joe" Lewis, quien puso alambre, tranquera y vigilancia armada, al camino que conduce al espejo de agua, obligando al que quiera llegar hasta uno de los paisajes argentinos más bonitos, a atravesar peligrosos y extensos caminos de montaña.
El día sábado 23, llegaron hasta el “Sendero Tacuifi”, unas 80 personas, entre ellos Jorge Piquimán, representante de organizaciones de pueblos originarios de Río Negro, el Padre “Paco” portando la Virgen, el Teniente de Fragata Julio César Urien, de la Fundación “Iniciativa para promover la Cultura del Agua” (FICA), y los rectores de las universidades de Tierra del Fuego y del Comahue, en representación de quince altas casas de estudios. Un grupo de civiles les impidió el paso. Allí comenzó un compás de espera, con reuniones de mediación en el juzgado de El Bolsón, a cargo de la jueza Erika Fontela.
Finalmente el domingo 24 al amanecer, el grupo pudo pasar y atravesar 24 kilómetros a pie hasta el “Escondido”, para reclamar que se cumpla un fallo de la Justicia del año 2009, que establece que ese camino es de uso público. La legislación nacional y provincial es clara al respecto: los lagos, los ríos, el mar, el agua que riegan el suelo argentino son de todo el Pueblo y nadie, por más dinero que tenga, los puede comprar ni alambrar.