¡VOLVIMOS! Con renovado entusiasmo. Inauguramos las publicaciones de 2025 con una nota de Eduardo Verón (*) con motivo de celebrarse el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer. El autor retrata en este artículo un caso testigo del que tiene conocimiento directo en el barrio de la Cárcova. Son incontables los casos de mujeres de los barrios populares que realizan trabajos comunitarios en campos diversos: alimentación, salud, educación, arte, comunicación, etc., ya sea como voluntarias o muy precarizadas en su retribución. Nuestro homenaje a todas ellas.
Mujeres que cocinan, que trabajan en el saneamiento de arroyos, que limpian calles y juntan residuos, que realizan conexión a servicios básicos, mujeres en las escuelas y en los centros de salud, en las iglesias, en las bibliotecas populares, en las ferias y emprendimientos, en las plantas recicladoras manejando camiones, clasificando reciclables y coordinando cintas de producción. Mujeres que construyen, lideran y mantienen cada una de estas organizaciones, espacios y actividades. Mujeres que reparten su tiempo entre el sostenimiento del hogar y el sostenimiento de la organización.
En José León Suárez, como en otras localidades y ciudades, la vida comunitaria ocupa un importante lugar. Las familias necesitan apoyarse en organizaciones para introducirse al mundo del trabajo, para acceder a servicios básicos, para el cuidado para sus hijos, sus nietos, sus hermanos, sus padres, incluso para el cuidado de ellas mismas ante situaciones de violencia. Las mujeres acuden a las organizaciones para alimentarse, para realizar actividades culturales, para sociabilizar, para estar.
Los barrios cuentan con decenas de organizaciones y centenares de mujeres trabajando en ellas. Rafa es una de esas mujeres. Resulta justo e injusto, al mismo tiempo, compartir la experiencia de Rafa. Justo porque es una mujer que vive en Suárez hace 45 años y lidera una organización que alimenta a 60 vecinos hace casi 30 años. A su vez, la elección también es injusta porque tal como seleccioné el caso de Rafa podría compartir la historia de Carmen, de Mariela, de María, de Gisela, de Nena, de Lili, de Mónica, de Cristina, de Toti, de Fernanda, de Margarita, de Lorena, de Andrea, de Carolina y de otras mujeres suarenses que lideran alguna organización ocupándose del sostenimiento cultural, educativo, laboral o del cuidado en el barrio.
Rafa nació en Pirayú (Paraguay) el pueblo en donde se prepararon los soldados paraguayos para el combate de la Guerra de la Triple Alianza. Ella también se preparó para dar batalla contra injusticias y desigualdades, contra el hambre y la violencia, contra el abandono y el analfabetismo. Rafa llegó a Argentina con apenas 20 años y pocos años después, para la década de 1980, con 26 años se instaló en Carcova. El barrio por aquel entonces se estaba conformando, se instalaban las primeras casillas, se marcaban los terrenos con los primeros hilos, el descampado primaba. Los primeros habitantes llegaban principalmente por familias expulsadas de villas de la Ciudad de Buenos Aires -bajo el gobierno dictatorial- y con migrantes de provincias del litoral y del noroeste por inundaciones en sus lugares de origen.
En la década de 1990, Rafa se introduce en el plan bonaerense “Vida” que consistía en la entrega diaria de sachets de leche para las infancias de aquellas familias que, por situación de vulnerabilidad económica, no tenían recursos para comprarla. Bajo ese programa, Rafa comenzó con la primera actividad comunitaria en el barrio, a la que pronto se sumaron otras: paseos a distintos parques, plazas, campings, piletas, canchas; así como apoyo escolar y actividades de recreación.
Las necesidades cada vez más agudas en el barrio requirieron que la casa de Rafa pase de ser el lugar para retirar la leche al lugar en el que se retire el almuerzo. El comedor funcionó, en un primer momento, principalmente por la colaboración de vecinos, algunos negocios y el bolsillo de Rafa y su familia. La institucionalización, muy reciente, del espacio que lleva el nombre “Por los niños”(y por la niñas, desde luego) permitió que el municipio colabore diariamente con alimentos. La preparación de las comidas estaba a cargo de mujeres (y algunos pocos hombres) que mediante programas de trabajo realizaban horas de prestación de servicio cocinando en el comedor. El último año, debido a recortes tanto en el número de beneficiarios como en el monto de programas, la cantidad de colaboradores en la cocina se redujo de manera notable: tres mujeres a la mañana y tres a la tarde son las encargadas de cocinar para 60 vecinos en cada turno.
Pese a la reducción de colaboradores por la baja de programas de trabajo, la cocina de Rafa sigue siendo transitada por decenas de vecinos y vecinas cada día: algunas pasan a colaborar en la preparación de la comida, otros a buscar el alimento, otras a charlar con Rafa, otros a transmitirle reclamos confiando en que ella podrá canalizarlo a quien corresponda, hay quienes quieren conocer la experiencia del comedor. La casa de Rafa no tiene intimidad, es un poco la casa del barrio. A la mañana se cocina para el almuerzo, por la siesta para la merienda y a la tarde para la cena. Los viernes, adicionalmente, se preparan bolsas con mercadería para que tengan alimento el fin de semana.
El comedor de Rafa es un espacio para las mujeres, aunque no se haya creado con esa misión, aunque se llame “Por los niños”, aunque entregue comida a hombres y mujeres indistintamente. Las mujeres saben que el comedor de Rafa es un refugio al que pueden acudir tanto para comer como para charlar entre vecinas, para capacitarse, llevar sus inquietudes, sus reclamos, sus miedos y sus denuncias. El comedor de Rafa fue escenario de cursos de capacitación en diversas temáticas, una de ellas fue colocación de cerámicos. Por eso tiene la mitad de su piso con cerámicos, el mismo fue instalado por vecinas del barrio en el marco de esa capacitación. Hasta allí acudieron 10 mujeres por violencia de género, en todos los casos fueron rescatadas mediante programas municipales, provinciales y nacionales que se ocupaban del tema.
El 8 de marzo para Rafa y sus compañeras, vecinas, colaboradoras no es una fecha que pasa desapercibida. Tal como las mujeres que trabajaban en la fábrica que se incendió (**) , tal como las mujeres que luchaban por los derechos laborales, tal como las que sufren violencia y salen a reclamar por las calles; el comedor “Por los Niños” lo integran mujeres que trabajan, luchan, reclaman, se organizan y sostienen la olla cada día.
(*) Eduardo Verón: vecino suarense, licenciado en Ciencia Política y doctorando en Ciencias Ambientales (UNSAM). Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con lugar de trabajo en el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH) y miembro del Área de Ambiente y Política (EPyG). @edupuntoar
Nota de la Redacción: (**) La fecha conmemora a las 129 obreras textiles de la fábrica Cotton de Nueva York, Estados Unidos, que fallecieron en 1857 a consecuencia de un incendio, que se presume intencional por parte de la patronal, mientras hacían huelga reclamando por mejores condiciones laborales.
Hemos conocido a Rafaela (Rafa) en los primeros tiempos de FM Reconquista, la radio comunitaria instalada en Villa Hidalgo desde 1988, cuando visitaba con su esposo a los primeros programas de música del litoral argentino y del Paraguay. También tuvimos el gusto de participar en su casa, de la enseñanza para personas adultas que desean terminar la escuela secundaria (Plan FINES).